Inspirados en Cortazar
En la hora de practicas del lenguaje se nos asignó escribir un cuento inspirado en "Noche Boca Arriba" de Julio Cortazar. Este tipo de cuento presenta una particularidad, dos historias son contadas, una real y una ilusoria.
Acá les dejo mi cuento, ¿Cuál es la real? ¿Cuál es la ilusoria?
Oídos Sordos. Palabras Mudas.
Acá les dejo mi cuento, ¿Cuál es la real? ¿Cuál es la ilusoria?
Oídos Sordos. Palabras Mudas.
Camino por plena calle
de Capital federal. La gente pasa rápidamente a mi lado, siento que corren,
pero yo estoy tranquila, siento calma y paz. Empiezo a sentir un calor interno,
me transpira la frente y las manos, pero el ambiente no cambia, hace frío,
pleno julio. Un solo suspiro y puedo ver el aliento, aunque haga 7 grados yo
transpiro, pequeñas gotas se desprenden de mi frente como si fuera verano,
decido dejarlo pasar, quizá me estoy por enfermar. De repente algo me inquieta,
el reflejo de una moneda de 50 centavos me pega en la sien y siento como si de
una flecha se tratara. Empiezo a gritar pero todos me ignoran. Oídos sordos.
Gritos mudos. Aprieto mi cabeza con mis manos, el dolor es muy fuerte, entonces
me agacho y cierro los ojos con fuerza, como si el dolor pudiera desaparecer,
un agudo chillido me atraviesa los oídos y abro los ojos. Los abro y veo mi habitación
en llamas, estoy acostada y mis piernas están cubiertas por una fina sábana
blanca, No puedo evitar toser, la habitación está llena de humo y todo a mí
alrededor esta en llamas. Mis peluches prendidos de un color amarillento con
mis sueños y recuerdos dentro. Me traspiran las manos y la nuca. Una cortina
cae sobre mi sábana y enseguida se enciende. Grito con mis mayores fuerzas “Mamá,
Papá” pero nadie responde, nada se inmuta. Oídos Sordos. Gritos Mudos. Mis ojos
se humedecen y no puedo evitar llorar, tapo mis ojos con la palma de mis manos
y me levanto con el sol de soslayo directo en la cabeza, la gente no me dice
nada, ni un “Correte” o un “Apurate”. Estoy parada en el medio de la vereda y
sin embargo no siento empujones solo la gente pasar por al lado mío con
completo mal humor, ya deben estar acostumbrados a la gente como yo, parados
como estúpidos esperando a la nada misma, como si la vida pudiera venir a
buscarme de las llamas y traerme de nuevo a la tierra.
Invierno y me traspiran
las manos, me siento sofocada, trato de ignorar todos estos síntomas. Despejo
me cabeza de cualquier pensamiento, me desabrocho los dos primeros botones de
la camisa después de bajarme un poco el cierre de la campera. ¡Chau bufanda y
gorro! Paso por una vidriera que llama mi atención, una bola de boliche cuelga
del techo y los maniquíes están repartidos con poses divertidas, una lleva un
vestido de lentejuelas, el reflejo de una de ellas me da justo en el ojo y
siento que se me perfora, me falta el aire y el cerebro me palpita. Me tiro del
pelo mientras me agacho, cierro los ojos del dolor y cuando los abro puedo ver
como el fuego avanza por mi sabana. Grito tan fuerte pidiendo ayuda pero no se
escucha, el vestido es horrendo. ¿Quién quiere un vestido que suplanta la gran
bola de espejos que cuelga en los techos de las fiestas?
Alguien me grita a lo
lejos, veo lágrimas en su cara, una mujer de 50 años me grita, pero no la
escucho, nadie se da vuelta para ayudarla pero evidentemente me grita a mí, se
conecta con mis ojos, los cuales se llenan de preocupación. Leo sus labios y me
dice que corra. ¿De qué tengo que correr? O escapar, ni que todo a mi alrededor
se quemara. Siento impotencia, la mujer me grita entre sollozos pero mis oídos son
sordos. “Mamá, Papá” nadie responde a mis gritos mudos, no puedo parar de
llorar, disido que todo va terminar, me escondo debajo de la sabana esperando a
que todo termine. Mi espalda se quema mis pies se derriten, el dolor es tan
real. Grito en agonía y estos se escuchan, ya no me queda piel y cierro los
ojos cuando me desvanezco en la gran vereda de Capital Federal, escucho los
ruidos de los bomberos. No veo esperanzas estoy muerta debajo de mi sabana,
esperando a despertar de una real pesadilla.
La sirena de la
ambulancia nunca llega a sonar, la mente de la joven niña quemada no llegó a
soñar un final feliz.
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